“Nació de una tormenta, en el sol de una noche, el penúltimo mes…”
Silvio Rodríguez.
Estaba sentado, con la mirada perdida ante un cielo encendido, como si un Dios travieso hubiese prendido fuego al tibio atardecer otoñal.
Se encontraba a medio camino entre el corazón que amaba y el que le latía en su propio pecho, en tierra de nadie, en un paraje desconocido que parecía haberse engalanado como para un domingo de ceremonia.
Un trovador susurraba canciones en sus oídos mientras el tren, como siempre, se llenaba de mariposas.
Excelente prólogo, pensó, para una noche tan largamente perseguida como presentida.
Por una extraña razón, en contra de lo habitual, la llegada a la estación se produjo a su hora, puntual como una luna buscando redondeces.
En el poblado andén no había nadie, al menos nadie dispuesto a abrir el cofre de una boca donde aguardaban besos demorados, ni unos brazos habituales que como un paréntesis fueran capaces de englobar el significado de la palabra vida.
La ciudad no descansaba, ni siquiera asomaba a ella un aire de desgana a pesar de que acababa de abrirse, en la sierra, la puerta de las nieves.
Al fin pudo mirarse en las pupilas donde siempre se reencuentra consigo mismo, besar los labios que mágicamente, aminoran y aumentan simultáneamente la impaciencia y tocar las manos cálidas y amplias, que como anchas alamedas, acortan las distancias de las geografías cotidianas.
Todo comenzó a surgir. A pesar de la altitud, los versos se fueron sucediendo como olas de un mar misterioso y bello hasta inundarlo todo de ternura, y un universo único e insobornable se fue mostrando en todo su esplendor.
Entonces él recordó la bola de fuego que con trazo firme alguien había dibujado en el lienzo de la tarde, y con una sonrisa en el alma, se quedó a conjugar el verbo amar fuera de los márgenes de lo posible.
RAFAEL MÉRIDA JUAN
4 comentarios:
Que bonito, me ha encantado, siempre es un placer leerte.
Un abrazo Rafa
Gracias Ana, ya sabes que el placer es mutuo, aprendo mucho de ti y sigo esperando un libro tuyo. Un beso.
Hay días que ya hacen historia.Días de fuego y nieve que se quedan a vivir en nosotros. Gracias por la vía número tres y el reflejo indeleble en los cristales.
Todo cobra su significado a través de los hechos, también las letras y los andenes, los signos y las señales. Gracias a ti Erato por tanto.
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