Barquitos de sencillos marineros que al Guadalquivir preguntan con paciencia de artesanos, mientras persiguen las huellas que de América llegaron.
Duquesa roja de tolerancia infinita, valiente en medio de sombras.
Sanlúcar de Barrameda, grandeza empequeñecida por quienes recortan vidas desde salones oscuros donde reina la codicia.
Allí acudí a salvarme del espanto de este mundo, a ocultarme de los gritos que tanto en silencio dicen y encontré tus ojos enamorados, tus manos de humanidad, tu cuerpo de locura y riesgo.
Azul irrepetible de noviembre. Jardines de la memoria. Abrazos contra el frío de la inocencia en un palacio habitado, lleno de amores e historia.
Piel con piel rompiendo silencios y distancias.
Violetas africanas subrayando que siempre es festivo si tú estás.
Y sólo un beso de cristal.