Cita:

"Todo necio confunde valor y precio".
Antonio Machado

martes, 24 de agosto de 2010

CARTAS DESDE MACONDO (I)

               Apenas llevo unos días en Macondo. No voy a definir cómo es esto, porque ya lo hizo con maestría, hace casi medio siglo, quien mejor podía hacerlo.
               Me pregunto qué hago aquí, puede que este viaje tenga mucho de búsqueda o tal vez de huída, de cualquier forma no sé bien qué busco o de qué huyo.
               Tampoco es la primera vez que hago el equipaje sin un destino cierto, sin más horizonte que un sueño imposible y con la esperanza cierta de convertir lo imposible en transitable. Tal vez por eso estoy aquí, porque en Macondo todo es posible. Aquí puede diluviar cogiendo desprevenido al mismísimo Noé que fuera nativo del lugar o de repente la niebla de la memoria extraviada es capaz de derretir las definiciones de las palabras e incluso sus grafías, sumergiendo a todo un pueblo en una amnesia colectiva de la que se recuperará una mañana cualquiera.
                Me hubiera gustado conocer a alguno de los Buendía, a un José Arcadio, a Aureliano, a Amaranta Úrsula, pero hace tiempo que el buen Gabo les invitó a un viaje dentro de un libro y desde entonces no paran de dar vueltas por el mundo dejando su impronta allí por donde pasan.
                No obstante mantengo la esperaza de encontrarme con el viejo Melquíades, para que me revele alguno de los secretos de la sabiduría humana, aunque sospecho que él debe andar escondido temiendo algún brote racista a la francesa por su condición de gitano.
                Dicen que sólo el que busca halla y sólo el que huye puede librar la próxima batalla. Imagino que algún día convertiré en vuelta lo que hoy parece sólo camino de ida. De algo estoy seguro, siempre habrá un sendero por recorrer, siempre habrá un lugar al que llegar y cien años no son nada...

lunes, 16 de agosto de 2010

EDEL EN MACONDO

Era tiempo de cambiar de rumbo, de luces nuevas. He dejado atrás las arenas que un día me abrigaron, en las que encontré oasis de palabras que he guardado en mi alma. Me he reencontrado con las milenarias aguas de mi querido Guadalquivir y siguiendo el curso de las mismas he buscado caminos transparentes.

La ruta estaba marcada, el viejo Gabo me facilitó la carta de navegación, apenas tuve que tomar el timón.

Como en los tiempos del cólera, mi viejo barco halló las aguas del río Magdalena y tomé tierra para seguir las huellas que me llevaron hasta Macondo.

Aquí he decidido quedarme con el permiso del Maestro para convertir los años de soledad en un tiempo de esperanza.

No traigo apenas equipaje, sólo unas pocas palabras gastadas, unos versos amarillentos y la memoria de tu olvido que se ha colado como inevitable polizón en un corazón que sigue buscando y seguirá buscando…